Impuesto desde 1981, el modelo educativo chileno deja ya
mucho que desear y más todavía, después de las enormes marchas de protestas,
los incontables intentos de diálogo con el gobierno y la fuerte represión
desatada contra quienes encabezan acciones como estas en el país austral.
Tal parece que el reclamo por un derecho asociado al
propio crecimiento del hombre como ser humano, es ante los ojos de quienes los
ignoran y/o agreden, una especie de amenaza voraz que se empeñan en ocultar,
desmentir, tergiversar, acallar.
Ya no bastan las imágenes de jóvenes y representantes del
sector educativo público, familias y el pueblo chileno en general, encabezados
por el sector estudiantil que han dejado a un lado intereses personales y jornadas
enteras de su vida laboral, para unirse a la lucha por una causa que se erige
más que justa; aunque lo que reciban sea oídos sordos a toda costa, puñetazos,
aprehensiones, rechazo, cárcel y
maltrato policial.
Aún así, este 28 de agosto los chilenos volvieron a tomar
la calles para desafiar el sistema y reclamar nuevamente una educación pública gratuita y de calidad,
sin lucros y la disminución de los costos de las carreras universitarias, que
puedan ser sustentadas por factibles créditos bancarios.
En esta ocasión, la marcha organizada de forma pacífica en
el propio centro de la capital chilena, fue adornada con iniciativas de todo
tipo: pancartas, carteles, bailes y mucho colorido, matizada con un cierre
musical en concierto. Pero ni así faltaron los encontronazos con los
carabineros, quienes se enfrentaron a la manifestación con carros
lanzaaguas, aunque el portavoz del gobierno insistiera en afirmar que fue una “movilización
tranquila”.
Gran ironía o mucha
contradicción entonces, pues la mayoría
de los medios de prensa resaltan hoy las palabras del general de Carabineros
Luis Valdés, quien dijo a la prensa que hubo al menos 200 detenidos y 13 carabineros lesionados, aunque reconoció que la mayoría
de las detenciones se produjeron tras la marcha y destacó la coordinación entre
la policía y los dirigentes estudiantiles.
Lo cierto es que los
estudiantes chilenos siguen dando batalla por sus derechos, sin tregua, con
breves pausas para reorganizarse, retomar fuerzas, coger impulso, planificar e
intentar nuevamente un diálogo al que el gobierno solo ha respondido con ofertas
de créditos más baratos, más becas y una reforma tributaria que se debate en el
Congreso, pero no responde a cambios
estructurales en el sistema educativo relacionados con las exigencias de los
estudiantes.
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