Este no es un lunes más del año, definitivamente no. Y no porque lo diga yo, sino porque en Cuba se siente diferente: sabor a agitación y a alegría, a sueños, a sabiduría.
En las calles, desde muy temprano,
familias enteras apresuran su paso para no llegar tarde a este primer
día de encuentro en las escuelas. Desde pequeños en edad preescolar,
hasta jóvenes universitarios, hoy todos acuden a sus centros de
enseñanzas para iniciar o retomar un camino mediante el cual también
tejen su futuro.
Este es un día de fiestas, aunque
los protagonistas sean estudiantes y maestros, amigos, vecinos y
familiares y las confituras y piñatas sustituyan a los libros, lápices,
reglas y otros materiales que llegan a las manos de alumnos y
profesores.
Las escuelas, universidades y
círculo infantiles se engalanan para la ocasión. Los uniformes escolares
lucen más brillosos que nunca, algunos llegan por primera vez a las
aulas y se sienten asombrados, inquietos y lo demuestran de muchas
formas: con algarabía, con muchas historias veraniegas que contar,
saludando con ansiedad o simplemente observando atentamente todo lo que
ocurre a sus alrededores.
Los más peques quizás se sientan un
poco tímidos, aprietan la mano de su mamá, papá o abuela, como si no
quisieran despegársele, pero ya ellos le hablaron de la escuela, de lo
que harían, estuvieron días ensayando como lucir el uniforme,
comportarse en el aula, en el horario de receso, preguntar, apropiarse
de todo el conocimiento posible y también divertirse, por qué no.
Muchos sentimientos se entrecruzan,
muchas expectativas se gestan. Una y otra vez llegan a mi mente mis
primeros lunes de septiembre como aquellos días hermosos que, al decir
de Enrique Nuñez Rodríguez: “bandadas de niños. con sus uniformes
nuevos, se encaminaran hacia sus aulas, como golondrinas de luz con un
canto de esperanza en la sonrisa y para los que ya no podemos ir a las
aulas ,por haber transitado ese camino en otra época, será un motivo de
recordación y de nostalgia, el olor a libro nuevo, a libreta sin
estrenar, nos llevara, como de la mano, hacia el primer pupitre o hacia
el viejo maestro, ya retirado del trabajo o de la vida, y nos conducirá
por el patio del recreo junto a aquellos compañeros que hoy peinan
canas. o nos devolverán el rostro querido de aquel primer amor que nunca
confesamos. Y el recuerdo nos hará más buenos”.