Sentí alegría, admiración por él y por ese pueblo que durante tanto tiempo estuvo callado, sometido, asfixiado y cuya energía vital era extraída - desde afuera- como a quien le arrancan de entrañas su sudor y su sangre.
Redescubriéndose hoy, los venezolanos exhiben al mundo cuánto se puede hacer por el bienestar común si de unir fuerzas e inteligencias se trata, sin pedir nada a cambio, anteponiendo solo la dignidad y los principios de hermandad heredados de una historia rica como pocas, y esparciendo sus frutos como quien da a sus hijos lo mejor de sí.
Días trascendentales, sueños realizados, otros por realizar. La estrategia: dar pasos firmes por seguir construyendo un futuro cada vez mejor para todos. Cada día se puede hacer más. Pero hay que vencer obstáculos, no cansarse, estar unidos, enfilar la ruta que aún queda por conquistar. Realizar cambios, fortalecer lo alcanzado, dialogar, convencer, explicar, consolidar y fortalecer principios a seguir.
Así, poco a poco, Venezuela continúa abriéndose hacia ella y hacia el mundo, dando pasos, cambiando, llegando a todos y por todos. Con el optimismo y la firmeza de un gobierno y un pueblo revolucionario por esencia, con deseos de ser diferentes, de fortalecer el destino que escogieron, de desarrollarse y explotar a plena capacidad todos los recursos económicos, sociales e intelectuales que poseen sin tener que pedir permiso y teniendo como premisa la solidaridad humana.
A unos días del 7 de octubre, solo queda esperar que los hijos de la tierra de Bolívar, de Miranda, den otro ejemplo de cuánto se puede hacer por defender el futuro, construirlo, escribir la historia y llevar al mundo ejemplos como este.
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