Hace unos días volvía a ver la película conocida como Che,
una de las más recientes obras fílmicas sobre el Guerrillero Heroico, y sin
saber por qué, una y otra vez me viene a la mente el diálogo entre él y Fidel
con que se inicia y termina el filme. Quizás porque he tenido por estos días la
necesidad de repensar muchos de los hechos relacionados al 26 de julio y la
Generación del Centenario que encabezados por Fidel iniciaron la última etapa
de la lucha por la independencia cubana en 1953.
Pero resulta que el supuesto diálogo entre el líder de la
Revolución Cubana y el Che – muy bien interpretado en esta ocasión por el actor
mexicano Benicio del Toro- me llevan a reflexionar sobre lo que se considera “posible”
y “lo imposible” en la historia, o las decisiones que a veces no por
meritorias, dejan de parecer una locura y sin pretenderlo, dan un vuelco total
a la vida de los pueblos.
Ya se sabe por el propio Comandante Guevara que la noche que
él y Fidel se conocieron estuvieron conversando toda la noche y al otro día, ya
era miembro de su expedición: el Yate Granma. Pero según el filme, casi al
final del diálogo ya el joven cubano le había explicado al médico argentino sus
ideas, los preparativos y los objetivos de lo que se preparaba y tras el rostro
pensativo de este último, Fidel le pregunta: “¿crees que estoy loco?”.
Cuántas veces releyendo nuestra historia, ha de pensarse que
en ocasiones las acciones realizadas y las decisiones a tomar, han parecido una
locura. Incluso, las que muchas veces aún se toman o están por definir en la
búsqueda siempre de un camino mejor, más justo o simplemente, para rectificar
el rumbo trazado que no siempre tiene por qué resultar el más adecuado. Al respecto,
diría mi colega y amigo Enrique Ubieta en su libro Cuba: ¿revolución o reforma?: “lo
único posible, cuerdo y útil fue el salto a lo posible”.
Y relaciono este texto porque me parece increíblemente
esclarecedor de aquel diálogo entre Fidel y el Che, que pudo ser el de
cualquiera de los hombres que dieron su vida durante siglos por la
independencia cubana y entregaron todo su tiempo a lo que parecía siempre
imposible por los más disimiles motivos y nunca fue, sin embargo, impedimento
para seguir adelante por el bien común.
Ubieta retoma la idea del desafío a lo imposible
recordándonos que: “la gesta libertaria
del movimiento 26 de julio fue otra vez un desafío a lo aparentemente
imposible: asaltos al cielo, travesías marítimas, desembarcos fantasmales, y la
frase de Fidel al reunir apenas a ocho sobrevivientes del desembarco y siete
fusiles, frente a un ejército bien armado y a la previsible hostilidad del
imperialismo más poderoso de la Tierra. “
De esta forma, nos reafirma al Fidel que siempre poseía “un optimismo revolucionario arrollador y un instinto político poco
común”, que nos enseñaría para
siempre que “en política solo es posible lo
que se cree posible”, llevándonos a un primero de enero de 1959 descrito por Cintio Vitier como “el éxtasis de la historia”, algo
parecido a una visión, una metáfora o una imagen en la que de pronto lo
imposible se hace posible “cuando entra
en La Habana un ejército de campesinos”.
Para nuestra generación, reflexionar sobre estos temas es
muy necesario y sobre todo, para repensar el pasado, entender el presente y
luchar por el futuro. No olvidemos que, como dice el propio Enrique Ubieta: “la estrategia contrarrevolucionaria es hacer
que se olvide el pasado; la revolucionaria, que no se olvide”.
Y si de algo me han servido la inusual relación de
pensamiento entre los diálogos de la película Che y los hechos históricos
que recordamos por estos días, ha sido para reafirmarme el heroísmo, el
sacrificio, los sentimientos y los sufrimientos de tantos jóvenes como los que
protagonizaron los hechos del 26 de julio, el Granma, la Sierra Maestra y los
muertos que la Revolución sacrificó
posterior al triunfo para consolidar el destino que aún transitamos.
Y en la indiscutible lucha por reencontrarnos, buscarnos, rectificar,
recomenzar, tomar nuevos aires y seguir, todos los días resulta un nuevo camino,
de profunda estirpe martiana, como el de la Generación del Centenario para dar
un salto a lo imposible. Pero al igual que Fidel en el diálogo –ficticio o no- de
la película, respondemos: “Un poco de locura está bien”.
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