Apenas hoy sé que lo llamaban Santy. Y no me asombra claro, quizás yo lo haría igual, lástima empezar a hacerlo hoy, aunque no creo sea demasiado tarde.
No estuve cerca de él muchas veces, no estaba entre sus amigos, pero me era imposible no sentirlo cerca, no tararear sus letras, no beber de su filosofía, no hacer propios sus mensajes convertidos en melodía.
Cuando lo escuchaba, lo veía cantar, lo sentía hablar entre una canción y otra, de esas que ofrecía en conciertos, plazas políticas, teatros o barrios, siempre me transmitía una especie de tranquilidad espiritual, difícil de descifrar o intentar entender, porque inevitablemente, hacía de su música, de su guitarra, un sentido para amar.
Tuvo la suerte de forjarse entre músicos, de sentirse orgulloso de su pueblo y sus hermanos, de formar parte de una generación de trovadores locos y atrevidos que hacían de la poesía el más claro discurso, sin tener que emplear frases comunes o grandes consignas.
Fue Santiago Feliú un hombre afortunado, quiero pensar que sí, porque vivió y entregó lo mejor por lo que creía. Y aún cuando se fuera demasiado pronto, surcó un camino firme y dejó muchas huellas, de las cuales podremos hablar por mucho tiempo.
No quiero recordarlo entonces con tristeza. Mejor pienso hoy en los que un día abrazamos su alegría, la que brindó en las notas que esparció sin descanso, sin pedir nada a cambio, sin pensar en honores.
Santy merece entonces el abrazo infinito que este pueblo le dio un día y para siempre. Dejemos que nos cante donde quiera que vaya, que acompañe los sueños de más generaciones y alcemos nuestras voces, cantemos a la vida, por él y por su eterno andar por los caminos.
Vida
Vida, traes entre las manos vivas
la esperanza y un motivo
para que tu sed resulte
para todos un camino.
Vida, la guerra tendrá un sentido
de renacimiento y sueños,
sueños que harán del hombre
un humano, un buen destino.
Vida, te buscamos desde siempre
y, ahora, somos toda una razón armada
desde el alma hasta tu vientre.
Vida, porque es el verdadero trecho
para que tu pecho rompa este cielo gris.
Vida, a la muerte le queda un tiro
y un corazón te defiende
y hace de tus alas grandes
una historia para siempre por el amor.
Vida, vendrás quemando el eco
que quiera tener lo viejo,
quien no tuvo nunca manos
ni palabras por tu triunfo.
Vida, los verdaderos hombres
sólo son gigantes brazos
que le nacen a la tierra
y se van a la montaña.
Vida, la montaña está en la sangre,
en tantas calles,
la montaña está pariendo el porvenir
de este planeta.
Vida, de este planeta indio y negro y blanco,
poderoso y pobres,
todos al final.
Vida, a la muerte le queda un tiro
y un corazón te defiende
y hace de tus alas grandes
una historia para siempre por el amor.
Santiago Feliú (1984)
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