De
niña pensaba que lo sabía todo, que era casi imposible que hubiera
imposibles, que no habría nada que no pudiera vencer con deseos y una
sonrisa.
Así
viví los momentos más felices de una niñez que encontró en las escuelas
primaria y secundaria un motivo esencial para levantarme todos los días
e ir allí, donde recibía clases, pero mas que eso, donde recibí amor y
una educación que traspasaba los limites del aula y los conocimientos,
para convertirse en parte indispensable de mi formación para la vida.
No
siempre tuve halagos, tampoco fueron felices todos los momentos, pero
hasta cuando realizaba alguna travesura o hacia algo indebido, tenía
ante mí una obra de infinito cariño realzada en la voz de quienes
también se sabían imperfectos, pero eran sin embargo, incansables
constructores del bien común.
Fui
pionera y tras la voz líder de un guía conocí más de Martí, de la
historia, de un niño mártir, de pañoletas, una bandera y colores, de un 8
de octubre, de Jornadas ideológicas y oí hablar por primera vez y para
siempre, de lo que significa ser comunista.
Tuve
maestros y guías jóvenes de muchas edades, colores, procedencias. Con
ellos hice teatro, poesía, canté, bailé, jugué ajedrez, gimnasia
artística, fui a competencias de exploración y campismo, crucé ríos,
escalé lomas, visité museos, fui a concursos, congresos pioneriles, alcé
mi voz y viví un gran sueño entre libros que después se hizo realidad:
conocí a un gran pionero llamado Fidel.
La
adolescencia llegó y aunque no fue para quedarse, en esta etapa integré
la vanguardia revolucionaria de nuestra juventud. Tenía apenas 15 años y
en aquellos primeros días no podía imaginar siquiera la dimensión de
aquel paso que daba, por motivaciones que solo a la vuelta de los años
he logrado comprender en toda su magnitud.
Fui
muchas veces a reuniones aburridas – y no siempre organizadas-,
participé de discusiones de todo tipo, de papeleos innecesarios que solo
se hacían por rutina, de debates herméticos y otros que abrían el
camino a cambios reales posteriores, pues allí comencé a ver que todo no
podía ser en blanco y negro.
También
estuve en campismos, consejos de la FEEM y la FEU, festivales de
cultura, eventos científicos, marchas patrióticas y alguna que otra
discusión inmadura con algún joven de mi generación sobre temas que
solamente hoy comprendo y logro evaluar integralmente. Me equivoqué
muchas veces, valoré injustamente a quien no debía y sufrí cuando vi que
algunos quedaban en el camino aunque para entonces comencé a ver que no
todos podían o merecían llegar al final.
La
universidad trazó unos pasos y reforzó la convicción de una joven
comunista desde su esencia, más allá de frases hechas y consignas
aprehendidas que siempre alguien intenta enmarcar. Porque allí aprendí
realmente que ser militante y joven cubana implica desligarse de
apologías y dogmas, y estar siempre en la búsqueda del mejoramiento real
de todo lo que nos rodea.
Después
me hice periodista, esa gran locura que me hace todos los días estar
cerca de la noticia y exigirme una visión integral de este mundo
complejo y convulso en que vivimos. De este reto profesional no podría
desligar la militancia, es parte de un compromiso con la verdad, con la
denuncia de la manipulación y la mentira, con el apego a una realidad
imperfecta que queremos defender y construir los cubanos a nuestro modo,
porque es la obra de muchos y hace ya tiempo lo elegimos así.
Hoy
creo fervientemente que más que ser como el Che, lo más importante es
que aprendí a tener un deber con mi sociedad, con mi momento histórico y
forjé una gran sensibilidad ante la injustica y un espíritu eterno de
inconformidad cuando veo algo mal, que me hace decir siempre lo que
pienso, intentando sea en el momento y lugar adecuados y sin hacer daño a
nadie.
Aprendí
también que solo el estudio, el trabajo, el sacrificio y la solidaridad
puede acercarnos realmente a lo mejor del ser humano y definir nuestro
lugar en la vida, en la militancia, pero sin límites de fronteras. Solo
así podríamos dar lo mejor de nosotros mismos para desandar el enorme
camino que nos queda.
Los
sueños nos siguen alimentando y los retos son aún más grandes. Las
criticas y los problemas siempre estarán presentes. Las transformaciones
son cada vez más necesarias y útiles. Mirarnos por dentro será siempre
una opción para buscar herramientas y construir más y mejor.
Ya
algunos no somos ya tan jóvenes, somos parte de un compromiso militante
aún mayor, de un partido que nos forma y nos exige, de un profundo
sentimiento de Amor que nos mueve a seguir siendo. Por eso entonces hoy
digo como el Che: “Y si se nos
dijera que somos casi unos románticos, que somos unos idealistas
inveterados, que estamos pensando en cosas imposibles (…) nosotros
tenemos que contestar, una y mil veces que sí, que sí se puede, que
estamos en lo cierto, que todo el pueblo puede ir avanzando, ir
liquidando las pequeñeces humanas”.
Camarada Bertha un saludo Bolivariano y Revolucionario desde Venezuela.
ResponderEliminarSiempre consecuentes con la hermosa causa del noble pueblo de Cuba. Desde aquí todo nuestro apoyo, hasta la victoria siempre.
Necesario es vencer, patria socialismo y vida.
Venceremos
Alex.